Siempre recuerdo la frase de una antigua jefa que tuve hace ya mucho: "lo que se tiene a los veinte años, se queda crónico", decía refiriéndose al carácter. Lo cierto es que nunca estuve del todo de acuerdo. Primero por mi juventud y después, cuando la experiencia es ya un grado, porque como soy optimista militante, creo que siempre estamos a tiempo de cambiar, de transformarnos....solo es cuestión de voluntad.
Dicho esto he de reconocer que todo apunta a ser un poco más pesimistas. La genética es ineludible y nos marca antes de nacer y por otro lado y siendo un poco más prosáica sé que hay algo en el fondo fondo fondo de cada ser humano que es inamovible, que nos define en esencia y que es la base de cualquier personalidad.
Los animales, nuestros amigos, nos enseñan muchísimo y también aquí tienen algo que decir. Podría echar mano de un tratado de biología pero a mi me gusta más el arte y la imaginación y en esta tarde de verano voy a contarnos una fábula de La Fontaine que quizá muchos recordareis pero que es bueno tener presente en estos tiempos difíciles que se nos avecinan.
Había una vez un hombre que quería a su gata con locura. La encontraba hermosa, elegante, aristocrática...sus mayidos le extasiaban y podría decirse que había perdido la cabeza por ella. En su alterado estado recurrió a las súplicas y las lágrimas y por último a los hechizos y sortilegios de tal forma que consiguió del Destino que su gata se convirtiera en mujer.
Su locura pasó a ser locura de amor y al poco se casó con ella. Nunca hubo mejores amantes y en ningún momento el esposo reconoció en ella rastro alguno de su índole gatuna. Para él era la mujer perfecta.
Pero como las perfecciones no son duraderas un buen día unos pícaros ratoncillos vinieron a terminar con tanta dicha sin igual y esa mujer perfecta no pudo evitar comerse estas delicias con hocico que se entretenían royendo la alfombra.
Los ratones siempre fueron cebo para ella y dice La Fontaine que "ésta es la fuerza de lo que viene de natura y que a cierta edad, no caben ya mudanzas: lo que se mamó en la cuna, se deja en la tumba". Y concluye la fábula con esta frase lapidaria: "No podréis desprendeos jamás de lo que está en vuestro carácter: si le cerráis la puerta, entrará por la ventana".
Que cada cual saque sus conclusiones pero si La Fontaine y yo conseguimos despertar en vuestra mente un par de preguntas o de reflexiones, ambos nos daremos por satisfechos.
Ah!, y que nuestros deseos , por muy altruistas que sean, no nos hagan confundir la realidad . Hasta pronto.
elacolumna