Me gusta tanto viajar que a veces hago de turista en mi propia ciudad, en Madrid. Me subo al autobús 27 y en menos de una hora paso de estar en el centro de negocios de la capital a un rincón de un barrio de Dacca en Lavapiés. Viajar te aporta nuevas perspectivas o dicho de otro modo te permite ver una ciudad, un país, con ojos nuevos, sin prejuicios.

A veces atravesamos medio mundo y no conocemos lo que tenemos al lado de casa....pero esta es solo una más de las contradicciones del ser humano!!! Pero...me estoy alejando del tema.

Me imagino en la piel de por ejemplo, un sueco, un norteamericano, un chino...que llega a Madrid y que subido en uno de esos autobuses turísticos de dos pisos va viendo y descubriendo nuestros tesoros. En algún momento pasa por la plaza de toros de Las Ventas y ¿Qué le vendrá a la cabeza? No dudo que todo el mundo conoce España por sus corridas de toros pero, cuando alguien de otra cultura está cerca de uno de estos artísticos mataderos, ¿Qué sentirá? ¿Qué idea de la civilizada España se llevará de vuelta a casa? ¿Cómo tanta barbaridad puede enclavarse en el corazón de una ciudad como Madrid, Sevilla, Barcelona...?

Hace no mucho estuve en Nueva Delhi, una ciudad preciosa pero dura. Capital política de un gran país como India, sorprende a cualquiera por la brutalidad de la miseria y hacinamiento que puede verse casi en cada esquina. India es otro mundo, otra cultura otro universo de muy difícil comprensión para un occidental.

Pero la vida te da sorpresas, que decía Pedro Navaja....y allí en el centro del abigarrado mercado de Chandi Chowk, dentro del templo Jainita de Digambara, encontramos un precioso Hospital de Caridad para Pájaros.

La vieja Delhi fue antaño la ciudad preferida por los poetas mogoles. En ella vivía una elegante sociedad en preciosos palacios llamados havelis con espléndidas fachadas y balcones que hoy se esconden detrás de cientos, miles de pequeñas tiendas que conforman un enorme bazar.

La zona es básicamente musulmana pero ahí está el pequeño templo de Digambara, como un oasis de paz y armonía en medio de un caos de olores, sonidos, colores, bulla... Y dentro de él, pero a la vista de todos, un Hospital de Caridad para pájaros. Sorprendente, sin duda.

En el primer piso están lo pájaros malheridos. Cada uno en una pequeña jaula en la que reciben tratamiento individual. Los dos siguientes albergan a las aves que están en vía de recuperación y en la azotea, en unas enormes jaulas comunes se encuentran aquellas que ya recuperadas están en vías volver a emprender el vuelo y ser libres de nuevo.

No alcanzo a comprender como se mantiene este hospital con tantas circunstancias adversas a su alrededor pero el paso por él te reconforta con el mundo y te enseña una vez más que las apariencias engañan y que la delicadeza de espíritu, la bondad y el respeto por la vida se encuentran donde menos te lo esperas.
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